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Editorial abri 2024

Editorial abri 2024

  • Para la editorial de este mes, me voy a tomar la libertad de dedicárselo a alguien muy especial que, desgraciadamente, se ha ido recientemente. Me refiero a mi padre, Enrique Ruiz-Giménez, de quien entre otras cosas heredé mi pasión por el automovilismo y eso que, durante mi infancia hubo una época que lo llegué a aborrecer

Para la editorial de este mes, me voy a tomar la libertad de dedicárselo a alguien muy especial que, desgraciadamente, se ha ido recientemente. Me refiero a mi padre, Enrique Ruiz-Giménez, de quien entre otras cosas heredé mi pasión por el automovilismo y eso que, durante mi infancia hubo una época que lo llegué a aborrecer. El motivo era muy sencillo: durante varios años, el 19 de marzo, día del Padre y de San José, él estaba fuera al coincidir con el Rally RACE, del que era director, prueba que por aquel entonces se disputaba en AlicanteNo quiero hablar aquí sobre su larga trayectoria deportiva o laboral vinculada al mundo el motor, sino de recuerdos personales vividos con él relacionados con el mundo del motor.  El primero y, sin ir más lejos hace referencia a esta revista y es que, cuando allá por 2014 Motor Experiences comenzó su andadura en formato PDF, él, junto con otro buen amigo mío, cada mes ejercían como Statler y Waldorf, los abuelos de los teleñecos, pero en este caso, en positivo.

 

Un año más tarde, en 1991, la F1 llegaba por primera vez al Circuito de Montmeló y, por aquel entonces, yo era el jefe del puesto 4 (Farina) en el Jarama. Al tratarse del primer Gran Premio, todos los jefes de puesto fueron a ayudar a los comisarios del Circuit bueno, todos, menos yo (posiblemente por mi juventud, pues sólo tenía 19 años). Como es lógico, el disgusto fue enorme. La sorpresa vino cuando, en la víspera, mi padre apareció con dos pases que había conseguido a través dela RFEdA

 

Por supuesto que mis primeros pinitos con el karting fueron con él, en un karting que había en Soto del Real, al igual que mis primeras visitas al Jarama y a su legendaria torre de control. Aquí recuerdo un año en el que se disputó una carrera de F2 en la que él creo que era comisario deportivo. Como una vez finalizada, había que esperar una hora para que la clasificación fuese oficial, decidí junto con un amigo mío bajarmos para dar una vuelta andando al circuito. Cumplida la hora,  mi padre comenzó a buscarnos hasta que alguien en la torre le dijo que había dos niños andando por la pista, así que cogió un coche y nos fue a buscar  cuando íbamos por la bajada de Bugati. Obviamente, nos quedamos con las ganas de completar la vuelta, pero mira por donde, varios años más tarde, lo he podido hacer y corriendo con motivo de la Jarama María de Villota… Los años pasaron y acabé haciéndome comisario de carrera y, en 1987, tuve la oportunidad de acompañarle a la Baja Aragón, prueba en la que él era presidente del Colegio de Deportivos. Finalizaba la etapa prólogo, aburrido, comencé a repasar las hojas del carnet de ruta y descubrí que algunos tiempos están mal calculados, lo que afectaba al orden de salida , así que hubo que cambiarla gracias a un niño de 15 añosAquí y, gracias a él, tuve además la oportunidad de volar por primera vez en helicóptero. Fue tras comer con los responsables deportivos del RACC, organizadores por entonces de la prueba, quienes me invitaron a ir desde la Feria de Zaragoza, donde esta la base de la prueba, al aeropuerto, donde me recogió mi padre. Pero no fue la única vez y, es que, un amigo suyo, piloto de helicópteros que se dedicaba a volar para la prensa, tenía un hijo que corría la Baja y, como mi padre le había ayudado con u problema, nos invitó a dar una vuelta. Al llegar la Feria, mi padre me preguntó que si había pasado miedo, cosa que me sorprendió, pues siempre me había encantado volar, pero luego me enteré del por qué de su pregunta. Al parecer, se encendieron una seria de alarmas y, desde la base, sus mecánicos le pedían que aterrizase inmediatamente en pleno desierto de los Monegros. Afortunadamente, llegamos a la Feria, donde una vez en tierra, me enteré del incidente y es que, yo, que iba en las plazas traseras sin los cascos, no me había enterado de nada.

 

En aquella época la F1 no era en abierto y había que verlo a través de Canal +. Al principio, me iba a su casa para verlo sin sonido a través de la RTL y, en otra televisión lo oíamos en italiano a través de la RAI que también lo daba codificado, pero sólo la imagen. Afortunadamente, acabó consiguiendo una de esas llaves piratas que circulaban por aquel entonces y pudimos verlo con normalidad

 

Cuando en 1990 y en pleno auge del CET (Campeonato de España de Turismos), su amigo Rafa Barrios volvió a la competición de la mano del Jolly Club con un Alfa Romeo 75 y con el patrocinio de Santa Lucia. Ni que decir tiene, que él le acompañó a todas las carreras de esa temporada para ayudarle, pero también yo. Esto, ademas de la experiencia de ver las carreras desde otro punto de vista, me permitió conocer todos los circuitos además de a un gran número de personas, como pilotos de la época o jefes de equipo. Un año más tarde, en 1991, la F1 llegaba por primera vez al Circuito de Montmeló y, por aquel entonces, yo era el jefe del puesto 4 (Farina) en el Jarama. Al tratarse del primer Gran Premio, todos los jefes de puesto fueron a ayudar a los comisarios del Circuit bueno, todos, menos yo (posiblemente por mi juventud, pues sólo tenía 19 años). Como es lógico, el disgusto fue enorme. La sorpresa vino cuando, en la víspera, mi padre apareció con dos pases que había conseguido a través dela RFEdA. Curiosamente, muchos años más tarde, la alegría que en aquel momento experimenté la vi reflejada en la cara de mi hijo mayor cuando, por sorpresa, le recogí en el colegio  para llevarle a ver la F1 a Barcelona.

 

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El primero y, sin ir más lejos hace referencia a esta revista y es que, cuando allá por 2014 Motor Experiences comenzó su andadura en formato PDF, él, junto con otro buen amigo mío, cada mes ejercían como Statler y Waldorf, los abuelos de los teleñecos, pero en este caso, en positivo

 

Los años siguieron pasando y por circunstancia de la vida, tras varios años como Gerente de C. de Salamanca en Marbella, mi padre decidió volver a Madrid. En aquella época la F1 no era en abierto y había que verlo a través de Canal +. Al principio, me iba a su casa para verlo sin sonido a través de la RTL y, en otra televisión lo oíamos en italiano a través de la RAI que también lo daba codificado, pero sólo la imagen. Afortunadamente, acabó consiguiendo una de esas llaves piratas que circulaban por aquel entonces y pudimos verlo con normalidad. Todavía recuerdo la cara que ponía el portero cuando entraba por el portal de su casa a horas intempestivas para ver las carreras de Japón o Australia… No quiero extenderme mucho más, pero hay dos últimos recuerdos que me gustaría compartir. El primero de ellos es cuando para mi boda, mi padre nos consiguió un Rolls-Royce Phantom recientemente matriculado por el Grupo Bergé, para el había trabajado como Director Comercial montando toda la red de Lexus antes de jubilarse.  Fuimos a recogerlo a la exposición que por aquel entonces había en Paso de la Habana y lo llevamos a casa donde vivía mi futura mujer para que fuese en él a la iglesia y, posteriormente y ya como marido y mujer, a la celebración en él. El último recuerdo se remonta al nacimiento de mi primer hijo que, además, fue un 24 de diciembre. Ese día mi padre me regaló una silla para el coche, pero no una cualquiera, una de Ferrari y mira por donde, a día hoy, mi hijo es un gran aficionado a la F1 y “tifosi” como yo.

 

Gracias Papá por todo, te quiero.