Comenzamos el año con la noticia de que 2023 fue el mayor año de movilidad vial desde 2014, a pesar de lo cual. fue el quinto más bajo en siniestralidad desde ese periodo, un año en el que fallecieron 1.145 personas (3 menos que en 2022) de las cuales, 849 es decir, el 74%, fallecieron en vías convencionales, lo que supuso 21 más que el año anterior. En su comparecencia a principios de año, Marlaska también hizo hincapié en el hecho de que los motoristas fueron el colectivo que más incrementó su mortalidad, con 299 fallecidos (45 más que en 2022). ¿Qué se le ocurre a la DGT para solucionarlo?: obligará en 2024 a los motoristas a utilizar un casco integral o modular y unos guantes homologados cuando circulen por carretera. Además, establecerá un curso obligatorio para los conductores del permiso B con tres años de antigüedad que quieran conducir motos de hasta 125 cc. Así pues, la DGT echa balones fuera, sin recordar que en 2022 eliminó el margen de 20 km/h para adelantar en carretera o, la falta de mantenimiento y la escasa inversión en las carreteras convencionales, tal y como ha denunciado la Fundación RACE.
En 2023, el Estado ingresó más de 724 millones de euros sólo con este impuesto, con un importe medio por coche de 735€. De este modo, el Estado sigue haciendo caja gracias al sector de la automoción, mientras apoya las políticas europeas anticoche que se están llevando a cabo
Aquí no queda la cosa y es que, alegando que el 28% de los fallecidos en España eran mayores de 65 años y que, en la Unión Europea, uno de cada tres fallecidos en accidentes de tráfico supera los 65 años, se han propuesto quitarlos de la circulación.Para ello, la Comisión de Transportes del Parlamento Europeo ha aprobado una nueva medida que repercutirá a aquellas personas mayores de 65 años que acudan a renovar el carnet de conducir: unas pruebas médicas de mayor exigencia y rigurosidad. Cuidado porque hay otra medida con la que nos amenazan desde la Unión Europea: prohibir las grandes reparaciones, es decir, aquellas que afectan a elementos como motor, transmisión, frenos, dirección, chasis o bastidor (carrocería) de vehículos viejos para impedir su venta y retirarlos de la circulación, obligando al propietario a achatarrar su automóvil. Esta medida tendría como objetivo retirar de la circulación los coches más antiguos y contaminantes para, “supuestamente” sustituirlos por vehículos más nuevos y ecológicos. Decimos “presuntamente” porque, a día de hoy, un vehículo eléctrico no está al alcance de todos y, por lo tanto, en el fondo este medida no buscaría otra cosa que la de que cada vez más ciudadanos de la UE prescindan del coche. Cabe recordar que la antigüedad del parque automovilístico europeo no para de crecer y que, en España, supera los 14 años. Una medida que, sin duda, iría en contra de lo expuesto recientemente por Virginijus Sinkevičius, comisario europeo de Medio Ambiente, que apuesta por la economía circular basada en reutilizar y comprar menos.
Portada » Editorial febrero 2024
La DGT echa balones fuera, sin recordar que en 2022 eliminó el margen de 20 km/h para adelantar en carretera o, la falta de mantenimiento y la escasa inversión en las carreteras convencionales, tal y como ha denunciado la Fundación RACE
Mientras tanto, cabría recordar que 2023 fue el año en el que la recaudación por el impuesto de circulación fue el más alto de los último quince años y, si lo comparamos con 2022, aumentó un 11,5%, pero si lo hacemos con 2013, este aumento ha sido del 163%. Así, en 2023, el Estado ingresó más de 724 millones de euros sólo con este impuesto, con un importe medio por coche de 735€. De este modo, el Estado sigue haciendo caja gracias al sector de la automoción, mientras apoya las políticas europeas anticoche que se están llevando a cabo, que no hacen otra cosa sino encarecer su precio, restringiendo por lo tanto la movilidad de sus ciudadanos (en Madrid, por ejemplo, 420.00 coches sin etiqueta que antes circulaban por sus calles, tiene prohibido su acceso). Pero tranquilos que todo esto es por nuestro bien y el cambio climático y sino, que lo digan a los propietarios de Tesla en Chicago, que recientemente y, debido a una ola de frio (en invierno), ha visto convertidos en cementerios de coches eléctricos las estaciones de carga de Tesla. El motivo no es otro que cuando las temperaturas descienden por debajo de los 0 °C, su rendimiento baja de forma notable, de tal manera que su autonomía se reduce hasta un 40 %, a lo que hay que sumar el hecho de que tampoco es posible recargarlos. Sin irnos muy lejos, en Noruega, el país europeo que más ha apostado por la electrificación, ha visto como su capital Oslo, sufrió en diciembre problemas de movilidad a muchos ciudadanos de la capital nórdica, además de caos en el tráfico, al ver como varios autobuses eléctricos no pudieron prestar servicio al quedar inutilizados por el frío. ¿Qué hubiese pasado aquí, cuándo recientemente en una carretera de Soria unos 600 conductores quedaron atrapados en la carretera durante más de seis horas por un temporal de nieve, si sus coches hubiesen sido eléctricos?